miércoles, 6 de octubre de 2010

"El valor de educar" por Fernando Savater

He aquí unos resumenes personales del prólogo y del capítulo 2.



Prólogo:

En el prólogo, el autor nos introduce tanto en el libro y los objetivos de este, como en su forma de pensar y ver las cosas. Siente un respeto enorme hacia las personas que tienen en coraje, el valor, el optimismo necesario para embarcarse en una misión como la de educar. Reconoce abiertamente que hoy en día, la educación primaria o “la educación inferior” (como le llama el autor en una ocasión, aludiendo a la educación superior) está siendo culpada constantemente de los fracasos tanto intelectuales como sociales de las personas. Cuando las personas se encuentran con un problema así, directamente sugieren como “culpable” a la educación primaria que ha obtenido el alumno en cuestión. Sin embargo, la educación primaria no suele ser la más beneficiosa cuando se destinan ayudas económicas o se habla políticamente del asunto. Cuando surge un problema, irremediablemente se suele pensar que radica en la enseñanza primaria (tanto la causa como la solución). Sin embargo, el autor nos incita a pensar que para dedicarse uno a la enseñanza, debe saber todas estas cosas y obtener el valor y el optimismo necesario para llevarlo a cabo. Esta profesión está rodeada, como dice Savater, de un profundo pesimismo. Lo que intenta la educación es despertar en los alumnos esas ganas de aprender, de ser alguien, de convertirse en algo el día de mañana, y precisamente ese es el elemento que anima a los profesores a seguir adelante, a no tirar la toalla. Lo fácil sería adoptar la postura de los pesimistas y no seguir adelante, pero lo realmente importante es conseguir transmitir ese optimismo y las ganas de educar.








Capítulo 2:

Según el autor, lo que nos enseña la educación es que vivimos en un intercambio constante con nuestro entorno, algo que nos hace sentir vivos y personas. También, por otra parte nos dice que al nacer, venimos a un mundo ya existente, con normas, tradiciones, mitos... al que debemos amoldarnos de alguna forma. Destaca que unas de las principales cosas que nos diferencian como seres humanos es el concepto del tiempo. Podemos conocer el pasado y programar de alguna manera nuestro futuro, todo está relacionado con el elemento tiempo. En la enseñanza, los aprendizajes se basan en la conciencia temporal, aparte de que los educadores son personas que se supone que han vivido lo que vamos a vivir nosotros, y por esa razón son capaces de enseñarnos y educarnos para prepararnos, aunque cada ser humano es capaz de enseñar algo a otro, por haberlo vivido antes que él. Todos podemos instruir alguna vez o ser instruidos. Pero la institución educativa, el campo de la educación, aparece cuando se trata de enseñar un saber científico, no algo tradicional. Eso no lo puede ni debe enseñar cualquiera. Deducimos que tanto es necesaria la enseñanza que transmite un niño a otro en el parque explicando cómo se juega a las canicas, como la enseñanza que puede dar una universidad de prestigio mundial.
Por otra parte, Fernando Savater señala que desde los griegos hasta ahora, la enseñanza se ha basado en la instrucción a la vez que en la educación. Tan importante es una como la otra. No se pueden separar ni debe intentarse, ya que es impensable proponer aprender unos conocimientos científicos sin haber adquirido los conocimientos necesarios acerca de los valores humanos, las leyes, etc. El autor, citando a John Passmore, defiende la existencia de actividades cerradas y abiertas. Las cerradas son las que se aprenden primero y son así, sin más, como por ejemplo andar, leer, vestirse... Las cerradas son las que no se llega oficialmente a dominar del todo, sino que son de “dominio gradual”, como razonar o pintar. Ya que el concepto de aprender es una actividad abierta, lo importante para los educadores es “enseñar a aprender”. Una vez comprendido el concepto de actividad abierta y cerrada, Savater menciona que la educación es una actividad abierta, y la instrucción una actividad cerrada.
Finalizando el capítulo, Savater menciona que la escuela debe encargarse de la educación de un alumno y luchar para que ese alumno elija aprender en el instituto, y no fuera. Como dice el autor, cada escuela o instituto, compite con otras “escuelas” (la calle, principalmente) para “ganarse” al alumno y que éste decida aprender de una forma decente y adecuada. En el momento en el que la escuela pierde esa batalla, se empiezan a dar los trastornos juveniles, aunque dudo que sea culpa de las instituciones: muchas veces es simplemente culpa de una mala educación familiar, un descuido constante y permanente desde la niñez por parte de los padres, etc.

No hay comentarios:

Publicar un comentario